LA
ANGUSTIA DUEÑA DE NUESTRAS FUERZAS
Autor: Carlos Marcucci Nivel: 12°B
Era una mañana como de costumbre, Esteban
un señor de edad avanzada salía a cazar con su perro en la cumbre de la montaña
Colibrí.
El señor caminaba y su perro iba por
delante. Se sentía feliz al saber que Dios existía y cuán bueno fue al enviarle
a su perro quien era su mejor amigo.
Mientras pensaba en estas cosas, el perro se adelanta corriendo tras
algo.
—Sigue Doqui— le decía él
para animarlo.
Se sentó a esperar un ladrido del perro o
que éste volviera, el tiempo transcurrió y Esteban cada vez se preocupaba más.
Ya ha pasado mucho tiempo, voy a seguirlo, quizás se quedó atrapado en algo.
Esteban buscó y buscó hasta que al fin se
dio por vencido y comenzó a gritar:
— ¡Doqui, Doqui! Una y otra
vez.
De repente pasó por su mente que ese día
no era el mejor y que tal vez el perro
ya se había ido a casa, pero su corazón palpitaba rápidamente al pensar que
algo malo había sucedido. Será una serpiente, habrá caído en un hueco. No, que
estoy pensando, esto no puede haber sucedido se dijo a sí mismo para
contener su valor.
Lo más probable es que ya se ha ido a
casa. Esteban dio la vuelta y se dirigió a su casa. Mientras caminaba de
regreso sus pies se sentían débiles, no por caminar, sino por la angustia de no
regresar acompañado de su perro.
Al llegar a su casa no lo
pensó otra vez y comenzó a llamar:
— ¡Doqui, Doqui!, ¿Dónde
estás? Ven aquí. Pero todo quedó en silencio.
Sus fuerzas se debilitaron y dos grandes lágrimas rodaron
por sus mejillas.
En tanto, en un lugar muy lejano de la
montaña, sin saber por donde estaba, Doqui buscaba el camino que lo llevaría de
regreso a casa.
—Soy un tonto al afanarme a
seguir ese conejo, sin pensar en lo que significa para mi amo perderme, pensó
el perro.
El tiempo pasó y Doqui fue adaptándose a
la forma de vivir en el bosque y los peligros que en él podía correr, sin
perder las esperanzas de que algún día encontraría el camino de regreso a casa.
Una noche de lluvia, Doqui estaba en su
refugio, cuando empezaron a conmoverlo recuerdos de su amo. Recordó el Dios que
tanto amaba su amo y las doctrinas que
él ponía en práctica, lo que significaba
que su Dios en el que tanto creían los
ayudaría a ambos encontrarse
nuevamente.
Doqui estaba agotado y se quedó
profundamente dormido. ”Eres mi mejor amigo y te cuidaré porque has demostrado
ser leal a mí, Sígueme”. Inmediatamente
Doqui despertó, el sol estaba radiante
en el bosque, se percató que había tenido
un sueño, y se dijo, “buscaré la forma para encontrarte”.
Cruzó ríos, llanos y la búsqueda era
intensa. Mientras caminaba se encontró con un hombre joven, alto y de ojos
azules que lo miraba fijamente, sin decirle una palabra.
Al fin el hombre dijo:
—Eres valiente sin importar
las circunstancias en la que te encuentras. No te des por vencido—, fueron las
últimas que dijo el joven y se marchó.
Doqui siguió caminando y en
pocos minutos se detuvo y exclamó:
— ¡Cómo sabe él cuales son
mis circunstancias! De seguro este no es cualquier hombre.
Dio un saltó y regresó, como una bala,
saltando las cercas para encontrar al joven, de repente llegó a un árbol enorme
que estaba en la cima de un cerro y contempló el gran lugar. Al estar junto al
árbol no vio al joven, pero si vio el camino que lo llevaría de vuelta a
casa. Sus fuerzas renovaron y podía
sentir que sus patas podían correr más rápido que un venado. En pocas horas iba
acercándose a su casa, de seguro mi amo se pondrá feliz, pensaba Doqui.
Al llegar frente a la casa comenzó a
ladrar y esperó con ansias la salida de su amo. En un instante se agruparon una
cantidad de personas de la comunidad y se decían unos a otros.
— ¡No puede ser, este perro
está buscando a su amo! ¡Pobrecito perro no pudo estar cuando murió su amo!
Una inmensa tristeza llenó las esperanzas
que tenía Doqui, esto todo ha sido mi culpa. Mi amo se angustió tanto por mí
que le ocasioné la muerte, ¡Cómo podré compensar mi daño!
Las personas del pueblo se fueron y Doqui
entró en la casa y subió en la cama donde dormía su amo. Cayó la noche y el
ambiente se tornó más triste de lo normal. Al fin Doqui suspiró diciendo:
—¡ No pude encontrar a mi
amo en esta vida, pero el Dios que me ayudó a regresar es el mismo con él cual
tengo las esperanzas de encontrarlo en la otra vida!
BIOGRAFÍA
DEL AUTOR
CARLOS
MARCUCCI, nació el 27 de diciembre de 1993, en Bambito, distrito
de Río Sereno. Sus padres son Isiderio Marcucci y Olga Flores.
Sus estudios primarios y
de premedia los realizó en el
C.E.B.G. de Cerro Iglesias.
Actualmente cursa el duodécimo grado de Bachiller en
Ciencias en el Colegio Secundario de Las Lajas.
Sus pasatiempos son escuchar música y reflexionar sobre
las cosas de la vida.
Dentro de sus metas futuras está el graduarse de
Ingeniero Industrial, para ayudar a su familia.
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