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domingo, 26 de agosto de 2012


LA ANGUSTIA DUEÑA DE NUESTRAS FUERZAS
Autor: Carlos Marcucci    Nivel: 12°B

      Era una mañana como de costumbre, Esteban un señor de edad avanzada salía a cazar con su perro en la cumbre de la montaña Colibrí.
     El señor caminaba y su perro iba por delante. Se sentía feliz al saber que Dios existía y cuán bueno fue al enviarle a su perro quien era su mejor amigo.  Mientras pensaba en estas cosas, el perro se adelanta corriendo tras algo.
—Sigue Doqui—   le decía él  para animarlo.
     Se sentó a esperar un ladrido del perro o que éste volviera, el tiempo transcurrió y Esteban cada vez se preocupaba más. Ya ha pasado mucho tiempo, voy a seguirlo, quizás se quedó atrapado en algo.
    Esteban buscó y buscó hasta que al fin se dio por vencido y comenzó a gritar:
— ¡Doqui, Doqui! Una y otra vez.
      De repente pasó por su mente que ese día no era el mejor y que tal vez  el perro ya se había ido a casa, pero su corazón palpitaba rápidamente al pensar que algo malo había sucedido. Será una serpiente, habrá caído en un hueco. No,  que  estoy pensando, esto no puede haber sucedido se dijo a sí mismo para contener su valor.
      Lo más probable es que ya se ha ido a casa. Esteban dio la vuelta y se dirigió a su casa. Mientras caminaba de regreso sus pies se sentían débiles, no por caminar, sino por la angustia de no regresar acompañado de su perro.
Al llegar a su casa no lo pensó otra vez y comenzó a llamar:
— ¡Doqui, Doqui!, ¿Dónde estás? Ven aquí. Pero todo quedó en silencio.
Sus fuerzas  se debilitaron y dos grandes lágrimas rodaron por sus mejillas.
       En tanto, en un lugar muy lejano de la montaña, sin saber por donde estaba, Doqui buscaba el camino que lo llevaría de regreso a casa.
—Soy un tonto al afanarme a seguir ese conejo, sin pensar en lo que significa para mi amo perderme, pensó el perro.
      El tiempo pasó y Doqui fue adaptándose a la forma de vivir en el bosque y los peligros que en él podía correr, sin perder las esperanzas de que algún día encontraría el camino de regreso a casa.
     Una noche de lluvia, Doqui estaba en su refugio, cuando empezaron a conmoverlo recuerdos de su amo. Recordó el Dios que tanto amaba su amo y  las doctrinas que él ponía en práctica,  lo que significaba que su Dios en el que tanto creían los  ayudaría a ambos  encontrarse nuevamente.
      Doqui estaba agotado y se quedó profundamente dormido. ”Eres mi mejor amigo y te cuidaré porque has demostrado ser leal a mí,  Sígueme”. Inmediatamente Doqui despertó,  el sol estaba radiante en el bosque, se percató que había tenido  un sueño, y se dijo, “buscaré la forma para encontrarte”.
      Cruzó ríos, llanos y la búsqueda era intensa. Mientras caminaba se encontró con un hombre joven, alto y de ojos azules que lo miraba fijamente, sin decirle una palabra.
Al fin el hombre dijo:
—Eres valiente sin importar las circunstancias en la que te encuentras. No te des por vencido—, fueron las últimas que dijo el joven y se marchó.
Doqui siguió caminando y en pocos minutos se detuvo y exclamó:
— ¡Cómo sabe él cuales son mis circunstancias! De seguro este no es cualquier hombre.
     Dio un saltó y regresó, como una bala, saltando las cercas para encontrar al joven, de repente llegó a un árbol enorme que estaba en la cima de un cerro y contempló el gran lugar. Al estar junto al árbol no vio al joven, pero si vio el camino que lo llevaría de vuelta a casa.  Sus fuerzas renovaron y podía sentir que sus patas podían correr más rápido que un venado. En pocas horas iba acercándose a su casa, de seguro mi amo se pondrá feliz, pensaba Doqui.
      Al llegar frente a la casa comenzó a ladrar y esperó con ansias la salida de su amo. En un instante se agruparon una cantidad de personas de la comunidad y se decían unos a otros.
— ¡No puede ser, este perro está buscando a su amo! ¡Pobrecito perro no pudo estar cuando murió su amo!
     Una inmensa tristeza llenó las esperanzas que tenía Doqui, esto todo ha sido mi culpa. Mi amo se angustió tanto por mí que le ocasioné la muerte, ¡Cómo podré compensar mi daño!
     Las personas del pueblo se fueron y Doqui entró en la casa y subió en la cama donde dormía su amo. Cayó la noche y el ambiente se tornó más triste de lo normal. Al fin Doqui suspiró diciendo:
—¡ No pude encontrar a mi amo en esta vida, pero el Dios que me ayudó a regresar es el mismo con él cual tengo las esperanzas de encontrarlo en la otra vida!



BIOGRAFÍA DEL AUTOR

CARLOS MARCUCCI, nació el 27 de diciembre de 1993, en Bambito, distrito de Río Sereno. Sus padres son Isiderio Marcucci y Olga Flores.
Sus estudios primarios y  de premedia  los realizó en el C.E.B.G. de Cerro Iglesias.
Actualmente cursa el duodécimo grado de Bachiller en Ciencias en el Colegio Secundario de Las Lajas.
Sus pasatiempos son escuchar música y reflexionar sobre las cosas de la vida.
Dentro de sus metas futuras está el graduarse de Ingeniero Industrial, para ayudar a su familia.

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